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La primera vez: el sutil equilibrio entre diálogo y privacidad
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La primera vez: el sutil equilibrio entre diálogo y privacidad
Son muchas las dudas y preguntas que se generan en ese momento tan importante. Para poder hacer de él algo único y especial, es fundamental hablar con nuestros hijos, romper tabúes y enseñarles que es algo maravilloso que se hace de a dos. El buen diálogo es la clave del buen sexo.
Recordar cómo fue la primera vez, para los que tenemos un recorrido de vida sexual, puede ser un suceso placentero o, por el contrario, cargado de angustia. Ahí estaban los miedos mezclados con las ganas de juntar los cuerpos en un frenesí inolvidable. Hoy sabemos que mucho no hay que esperar para estar sexualmente con la persona deseada.
Después de unos días de conquista se hace difícil frenar el deseo erótico. Y hasta las parejas más conservadoras y religiosas sucumben ante la tentación, ocultándose de los padres y de las rígidas normativas, para dar cuenta de su humanidad. Porque el deseo sexual se instala allí, en el centro de nuestra existencia, convirtiéndose en una fuerza que nos conecta con nosotros mismos y con los demás.
Es probable que antes de tomar contacto con el otro hayamos pasado por experiencias sexuales autoeróticas que nos han ayudado a conocer el cuerpo, los puntos erógenos y la infinidad de sensaciones placenteras. Los jóvenes, tanto varones como mujeres, quieren probar sus capacidades amatorias, saberse seductores, descubrirse y, por qué no, compartir las experiencias con sus grupos de pares. Sin embargo, existen diferencias en la forma de encarar los comienzos de la vida amorosa. Los varones se volvieron más temerosos, se subestiman, creen que deben complacer a las parejas, ignorando que toda relación se construye de a dos. Por otro lado, las chicas esconden sus miedos bajo una apariencia de seguridad, seducción y confianza en sus cuerpos vigorosos, reproduciendo los modelos que los medios de comunicación imprimen en la subjetividad femenina, aún desde muy pequeñas.
Aprender a comunicar
Sabemos que la primera vez se acompaña de infinidad de dudas: ¿podré?, ¿qué voy a hacer en la cama?, ¿me sentiré bien?, ¿tendré los cuidados necesarios?, ¿qué pensará él/ella de mí?, ¿cómo me sentiré después?, ¿será la primera y la última?, ¿me llamará después?, ¿qué hago si me duele?, ¿qué hago si no se me para, o si se baja?, ¿qué hago si eyaculo antes?, ¿seguiremos haciéndolo si el himen sangra?... Muchas preguntas para tan importante momento. Aprender a comunicar lo que nos pasa, las expectativas, las dudas, las ganas y los sentimientos es una manera de disipar temores, de conocer al otro y de disponernos con menos tapujos a la relación.
Muchas veces, la primera vez ocurre en el cuarto, con los padres atentos, girando alrededor. La urgencia predispone a que los chicos no usen condones, penetren sin juego previo, eyaculen rápido; las chicas no llegan a lubricarse, el coito se vuelve doloroso, sienten que todo ha sido fugaz, sin placer. Pero, por sobre todas las cosas, ambos han perdido la oportunidad de disfrutar plenamente de una experiencia única.
Los padres saben que la “encerrona” en el cuarto significa “franeleo” y contacto erótico. La casa no se vulnera o se pierde el respeto porque los chicos tengan sexo. La casa se vulnera por la ignorancia, los tabúes, la violencia doméstica, la sumisión de la mujer, la represión de las fuerzas vitales con la que todo ser humano cuenta para ser feliz.
Recordar cómo fue la primera vez, para los que tenemos un recorrido de vida sexual, puede ser un suceso placentero o, por el contrario, cargado de angustia. Ahí estaban los miedos mezclados con las ganas de juntar los cuerpos en un frenesí inolvidable. Hoy sabemos que mucho no hay que esperar para estar sexualmente con la persona deseada.
Después de unos días de conquista se hace difícil frenar el deseo erótico. Y hasta las parejas más conservadoras y religiosas sucumben ante la tentación, ocultándose de los padres y de las rígidas normativas, para dar cuenta de su humanidad. Porque el deseo sexual se instala allí, en el centro de nuestra existencia, convirtiéndose en una fuerza que nos conecta con nosotros mismos y con los demás.
Es probable que antes de tomar contacto con el otro hayamos pasado por experiencias sexuales autoeróticas que nos han ayudado a conocer el cuerpo, los puntos erógenos y la infinidad de sensaciones placenteras. Los jóvenes, tanto varones como mujeres, quieren probar sus capacidades amatorias, saberse seductores, descubrirse y, por qué no, compartir las experiencias con sus grupos de pares. Sin embargo, existen diferencias en la forma de encarar los comienzos de la vida amorosa. Los varones se volvieron más temerosos, se subestiman, creen que deben complacer a las parejas, ignorando que toda relación se construye de a dos. Por otro lado, las chicas esconden sus miedos bajo una apariencia de seguridad, seducción y confianza en sus cuerpos vigorosos, reproduciendo los modelos que los medios de comunicación imprimen en la subjetividad femenina, aún desde muy pequeñas.
Aprender a comunicar
Sabemos que la primera vez se acompaña de infinidad de dudas: ¿podré?, ¿qué voy a hacer en la cama?, ¿me sentiré bien?, ¿tendré los cuidados necesarios?, ¿qué pensará él/ella de mí?, ¿cómo me sentiré después?, ¿será la primera y la última?, ¿me llamará después?, ¿qué hago si me duele?, ¿qué hago si no se me para, o si se baja?, ¿qué hago si eyaculo antes?, ¿seguiremos haciéndolo si el himen sangra?... Muchas preguntas para tan importante momento. Aprender a comunicar lo que nos pasa, las expectativas, las dudas, las ganas y los sentimientos es una manera de disipar temores, de conocer al otro y de disponernos con menos tapujos a la relación.
Muchas veces, la primera vez ocurre en el cuarto, con los padres atentos, girando alrededor. La urgencia predispone a que los chicos no usen condones, penetren sin juego previo, eyaculen rápido; las chicas no llegan a lubricarse, el coito se vuelve doloroso, sienten que todo ha sido fugaz, sin placer. Pero, por sobre todas las cosas, ambos han perdido la oportunidad de disfrutar plenamente de una experiencia única.
Los padres saben que la “encerrona” en el cuarto significa “franeleo” y contacto erótico. La casa no se vulnera o se pierde el respeto porque los chicos tengan sexo. La casa se vulnera por la ignorancia, los tabúes, la violencia doméstica, la sumisión de la mujer, la represión de las fuerzas vitales con la que todo ser humano cuenta para ser feliz.
pamela gomez- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 08/04/2011
Re: La primera vez: el sutil equilibrio entre diálogo y privacidad
Muy interesantes el articulo.
Matute- Mensajes : 1
Fecha de inscripción : 16/05/2011
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