El diseñador que llevó la meditación al shopping

Con errores, aprendió a armar su negocio. Combinó su pasión con la meditación, que enseña en Paseo Alcorta.



NICOLÁS CUÑO. EMPRENDEDOR. ES DUEÑO DE LA MARCA DE ROPA KEY BISCAYNE

Levante la mano quien no tuvo la fantasía del bar en la playa: palmeras, mar y sol, brisa suave que acaricia y paz, cuánta paz (sí, sí, para seguir leyendo puede bajar el brazo). El hombre que está del otro lado de la mesa también. “Así va pasando el tiempo, cuando lo interesante es vivir bien acá”, simplifica. Antes de pedir las explicaciones del caso, que se presente: “Soy Nicolás Cuño. Hago ropa. Y, dentro de un equilibrio, elijo hacer lo que me gusta. En su momento me dediqué al deporte profesional, después lo estético y la ropa, sin pensar adónde iba a llegar”.
Tiene 40 años y es uno de los creadores de Key Biscayne, un proyecto que nació cuando él y Martín Lief cursaban 4° año en el Roca y hoy es una de las marcas de indumentaria masculina más reconocidas del país, con proyección en el exterior. Además es instructor voluntario de la fundación El arte de vivir, donde da cursos de meditación y respiración: fue uno de los encargados de abrir América medita, un encuentro que en octubre de 2010 reunió a miles de personas en el Planetario, y llegó a enseñar la técnica en el mismísimo Paseo Alcorta. Y es la voz de Los Echeverría, la banda de rock que el 4 de junio volverá al Roxy.
Pero volvamos al principio, cuando tenía 16 años y esto se ponía en marcha. “Si bien nunca nos faltó nada, había que generar. Hicimos shorts de baño y salimos a vender. La primera vez fue a pérdida porque no habíamos calculado costos. Aprendimos equivocándonos”, cuenta. El apoyo de sus familias fue fundamental. “Nos enseñaron a hacer las cosas con amor”, dice. Y ante la mirada dudosa, insiste: “Si el amor lo puede todo”. Hecho con amor, vivir más despacio, soltar, hacer lo que te gusta, el alma de principiante o Charly García de blanco radiante. Sus campañas le valieron reconocimientos y premios en el exterior. “Las veces que me dijeron, ‘¿cómo vas a poner eso para tu marca? Son las cosas de las que me iba dando cuenta, los despertares”, dice.
Alguno dirá que con hijos, demandas y una rutina complicada esa esencia es difícil de sostener...
Yo también siento que, por momentos, lo cotidiano te saca de tu foco. Para mantener mi centro hago prácticas de meditación y yoga todos los días. Me levanto una hora y media antes de lo que debería, pero mi día resulta diferente.
¿Cómo empezó todo esto?
Jugué vóley profesional hasta los 26 o 27 años, cuando tuve una hernia de disco y empecé a hacer yoga. En Tailandia vi que en los templos enseñaban a los chicos a aquietar su mente por medio de la respiración. Se respira de manera diferente cuando estás ansioso, contento, triste, angustiado. Al tomar conciencia podés manejar las emociones, o hacer que se lleven mejor.
Pero de incorporarlo a tu vida a dar cursos...
Me hace bien saber que doy algo que le va a hacer bien a otro. Con la respiración se limpian el 80% de las toxinas, 20 minutos de parar la cabeza equivalen a cuatro horas de sueño. Cuando tenés la energía alta, enfrentás mejor el día a día. Por supuesto que la vida tiene problemas, no existe que todo esté bien.
Y lo llevaste a un shopping...
Es que, justamente, es donde estamos. Quise hacer eso, aplicarlo en el caos. Solíamos asociar meditación con estar letárgico y, al contrario, te pone más activo, enfocado, alerta pero no acelerado. Es la diferencia entre reaccionar y tomar acciones.
Su exposición lo llevó a que, además de asesorar a artistas como Adrián Suar o Charly García, lo empezaran a convocar empresarios. “Al yogui no le creen, pero conmigo es distinto, les muestro cómo conciliar, hacer su trabajo y pasar mejor el día a día”, explica. Y algo parecido con las charlas en universidades. “Quiero que la gente sepa que se puede hacer Key Biscayne. Con esfuerzo, porque incluso las cosas que te gustan requieren de esfuerzo. La constancia es la clave: constancia con amor”.