Escuela ideal, oculta en el paisaje

Mauricio Rocha asegura que le importa hacer una arquitectura “sensible al contexto y al medio ambiente, combinando una selección de materiales aparentes de la región con otros de alta tecnología”. En este sentido, los trabajos y la ideología de Rocha parecen actualizar el discurso del regionalismo en el ámbito latinoamericano, haciéndolo más flexible, y en cierta forma menos dogmático, que el desarrollado durante las últimas décadas del siglo XX.

Repasando sus obras se advierte un esfuerzo sostenido para hacer de su arquitectura tanto una expresión artística contemporánea –incluso sin descartar las influencias internacionalistas– como una exposición de experimentaciones relacionadas con las formas tecnológicas disponibles y con preocupaciones ambientales. La Escuela de Artes Plásticas de Oaxaca, que diseñó junto a sus asociados, Gabriela Carrillo, Carlos Facio y Rafael Carrillo, pone a prueba estos aspectos con un intenso trabajo proyectual y una compleja vinculación con el sitio .

La ciudad Oaxaca de Juárez, en el suroeste de México, extensa e informe, es un difícil conglomerado de núcleos urbanos en los valles de la Sierra Madre a lo largo del río Atoyac, entorno a dos puntos de alto valor patrimonial: el centro histórico, colonial, y Monte Albán, sitio arqueológico precolombino, ambos declarados por UNESCO patrimonio de la humanidad. Cerca de Monte Albán, en el campus de la Universidad Autónoma Benito Juárez, se ubica el edificio para la Escuela de Artes Plásticas.

Para la ubicación de la escuela, Rocha seleccionó un terreno en esquina sobre la avenida Universidad, que delimita el campus y que forma parte de la red de autopistas de tránsito rápido. Sobre el terreno de 12.755 m2 se hallan, además, los restos arqueológicos de un campo de juego de pelota mixteca y la antigua biblioteca, destinada a ser rehabilitada como Centro Cultural de la Universidad. Tanto por su ubicación en el borde del campus, como por la existencia del campo de juego y del Centro Cultural, el sitio es el nudo de articulación entre la ciudad y la Universidad. Con estas condiciones, el proyecto de Rocha se funda en la creación de un ámbito drásticamente separado, tanto del campus como del borde urbano y de la autopista, a través de la creación de un anillo de taludes con tierra sobrante de la construcción de la planta de tratamiento de aguas de la Universidad. Los taludes configuran un cráter que le permite a Rocha diseñar un doble paisaje . Hacia la ciudad y el campus, una colina artificial sobre la que asoman, apenas, los muros rojizos de la escuela, y hacia adentro un mundo privado, perfectamente ordenado , como la maqueta de una ciudad ideal.

El diseño de la escuela, efectivamente, remite a la ciudad. No existe ni un edificio, ni alas articuladas. Las aulas, las oficinas y los talleres están proyectados como unidades autónomas –como bloques delimitados por calles estrechas y separados por patios como plazas– que conforman un tablero perfecto. El acceso a la ciudad-cráter se hace a través de una hendidura trazada con unos potentes muros de piedra que soportan los taludes. El proyecto prevé un segundo edificio aun no construido que, ubicado por fuera del cráter y paralelo al campo de juego, terminará de definir el borde del campus. La escuela está resuelta en base a tres tipos de edificios . Por un lado están las aulas teóricas, las oficinas y la mediateca, todas diseñadas como cuerpos bajos, con muros de piedra, ubicados por debajo de los taludes. Las aulas, al oeste, están iluminadas con altas ventanas con vistas al campo de juego y a la arboleda que lo circunda. Las oficinas y la mediateca, al este, abren hacia unos patios largos y estrechos excavados en el talud . El segundo tipo corresponde a los talleres. Son altos cubos, que permiten un entrepiso para usar como depósito, construidos con muros de suelo cemento, usando la tierra del lugar en una proporción del 85 por ciento. Los muros, de 70 centímetros de espesor, resultan muy buenos aislantes térmicos y acústicos, y obtienen magníficos colores y texturas. Rocha dejó en los muros, que no necesitan armadura de acero, las grampas que sostenían los encofrados. Las grampas de hierro permanecen como una referencia al proceso constructivo, enriquecen la textura de los muros con la proyección de sombras leves y sirven como soporte para posibles instalaciones artísticas. Los talleres están cerrados por tres lados y abiertos hacia el norte, para recibir la luz más pareja y apropiad a, proyectándose hacia los patios.

El tercer tipo es el bloque del aula magna. En el corazón de la ciudad-cráter está el único edificio en dos plantas. Arriba, el aula magna; y debajo, el espacio social por excelencia: la cafetería. Proyectada como un ambiente abierto, la cafetería es una especie de ágora cubierta, sostenida por placas de hormigón y algo rehundida. El núcleo del aula magna y la cafetería se continúa, sobre el eje más largo del cráter, en la galería de arte. Si bien tanto el aula magna como la galería están construidas con los mismos muros de tierra apisonada, a diferencia de los talleres, tienen abiertos los lados norte y sur, lo que permite la reconstrucción visual del eje del cráter; y si los talleres cierran las vistas en los patios, el aula magna las expande hacia la ciudad y el campus, sobrepasando el talud. A primera vista, el plano de la escuela aparece como un impecable tablero simétrico . Sin embargo, Rocha desorganiza la simetría al desplazar rotundamente el acceso del eje este-oeste, y lo remarca con una serie de distorsiones menores y mínimos desplazamientos que hacen más compleja, y al mismo tiempo, más operativa la percepción del conjunto.

Fuente: Clarin

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