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Prisionero de sus nervios
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Prisionero de sus nervios
En Liniers, Vélez le ganó 2-1 a Peñarol pero no le alcanzó para clasificar a la final de la Copa Libertadores ya que en la ida, en Montevideo, había perdido 1-0; Silva erró un penal y Ortíz se fue expulsado
Pareció una maldición. Como si la Copa Libertadores le hubiera soltado la mano a Vélez. De repente. De manera tajante. Sin medias tintas. Este Peñarol de escaso brillo y mucha entrega, le truncó el sueño de acceder a la ansiada final. En las semifinales, justo a un paso del último peldaño, el conjunto uruguayo -que ganó 1-0 en la ida- hizo valer el gol de visitante y detuvo la marcha del conjunto de Liniers con un 1-2 electrizante de principio a fin.
Las actitudes quedaron rápidamente al descubierto. Vélez decidido a poner mucha gente en ataque, por momentos, como fuera y con más tensión que fútbol. Peñarol salió a pelear el medio campo con sus volantes, que no dejaron mover a los más habilidosos del conjunto de Liniers (Maxi Moralez, Augusto Fernández y Víctor Zapata). Despliegue y pierna fuerte, los atributos de un eje medio que lideró Nicolás Freitas. Con Alejandro Martinuccio en soledad como referencia de ataque y lo buscaron desde el arranque, pues a los dos minutos quedó mano a mano con Marcelo Barovero, de gran respuesta frente al delantero.
Los uruguayos rápidamente consigueron fortalecer su imagen y la fisonomía de los dirigidos por Ricardo Gareca se desdibujó con frecuencia. Víctimas de la impaciencia, el equipo local comenzó a equivocar los caminos y cederle el protagonismo a su rival, que volvió a tener otra chance como consecuencia de un centro de Matías Mier que no pudo tranformar en gol Martinuccio.
A pesar de que Vélez tuvo un partido nervioso, igual dispuso de ocasiones. Mucho influyó el rendimiento de su valor más desequilibrante, Juan Manuel Martínez, inteligente para avanzar por los costados y limpiar terreno con sus enganches y habilitaciones. Las acciones de riesgos más peligrosas estuvieron en los pies del Burrito: primero con un remate que despejó Guillermo Rodríguez y luego con un centro atrás que Santiago Silva no pudo capitalizar.
Despabilado y más atento, Peñarol logró silenciar el estadio de Vélez después de una proyección de Martinuccio de derecha a izquierda que dejó en soledad a Mier, que definió sin miramientos ante Barovero. Vélez estaba obligado a marcar tres goles para acceder al partido tan anhelado. No lo lograría por varios motivos.
Para el conjunto de Gareca se acumulaban las malas señales: la salida por lesión de Fabian Cubero, un tanto mal anulado por fuera de juego del Burrito, el descontrol de algunos de sus jugadores y un Moralez disminuido físicamente que el técnico decidió reemplazar por Ricardo Álvarez en la segunda etapa. Su esquema ofensivo no le garantizó profundidad. Al contrario, Vélez sufrió mucho por la falta de elaboración de juego y siguió dependiendo de algún acierto aislado o de un centro cruzado, como el que antecedió al error del arquero Sebastián Sosa y que Fernando Tobio aprovechó ya en tiempo adicionado.
Vélez recurrió a la desesperación para revertir el desarrollo, fue notorio que la expulsión de Fernando Ortíz aceleró algún desequilibrio. Sobre todo porque Peñarol encontró comodidad para recostarse en el contraataque, pero Olivera se perdió una jugada increíble e inmediatamente Silva marcó el 2-1. Pero los esfuerzos de Vélez chocaron contra su propia impericia: fue cuando Silva desperdició un tiro penal rematando por encima del travesaño. El arco rival fue rehén de un embrujo. Y Vélez de sus propios nervios.
Fuente: lanacion.com
Pareció una maldición. Como si la Copa Libertadores le hubiera soltado la mano a Vélez. De repente. De manera tajante. Sin medias tintas. Este Peñarol de escaso brillo y mucha entrega, le truncó el sueño de acceder a la ansiada final. En las semifinales, justo a un paso del último peldaño, el conjunto uruguayo -que ganó 1-0 en la ida- hizo valer el gol de visitante y detuvo la marcha del conjunto de Liniers con un 1-2 electrizante de principio a fin.
Las actitudes quedaron rápidamente al descubierto. Vélez decidido a poner mucha gente en ataque, por momentos, como fuera y con más tensión que fútbol. Peñarol salió a pelear el medio campo con sus volantes, que no dejaron mover a los más habilidosos del conjunto de Liniers (Maxi Moralez, Augusto Fernández y Víctor Zapata). Despliegue y pierna fuerte, los atributos de un eje medio que lideró Nicolás Freitas. Con Alejandro Martinuccio en soledad como referencia de ataque y lo buscaron desde el arranque, pues a los dos minutos quedó mano a mano con Marcelo Barovero, de gran respuesta frente al delantero.
Los uruguayos rápidamente consigueron fortalecer su imagen y la fisonomía de los dirigidos por Ricardo Gareca se desdibujó con frecuencia. Víctimas de la impaciencia, el equipo local comenzó a equivocar los caminos y cederle el protagonismo a su rival, que volvió a tener otra chance como consecuencia de un centro de Matías Mier que no pudo tranformar en gol Martinuccio.
A pesar de que Vélez tuvo un partido nervioso, igual dispuso de ocasiones. Mucho influyó el rendimiento de su valor más desequilibrante, Juan Manuel Martínez, inteligente para avanzar por los costados y limpiar terreno con sus enganches y habilitaciones. Las acciones de riesgos más peligrosas estuvieron en los pies del Burrito: primero con un remate que despejó Guillermo Rodríguez y luego con un centro atrás que Santiago Silva no pudo capitalizar.
Despabilado y más atento, Peñarol logró silenciar el estadio de Vélez después de una proyección de Martinuccio de derecha a izquierda que dejó en soledad a Mier, que definió sin miramientos ante Barovero. Vélez estaba obligado a marcar tres goles para acceder al partido tan anhelado. No lo lograría por varios motivos.
Para el conjunto de Gareca se acumulaban las malas señales: la salida por lesión de Fabian Cubero, un tanto mal anulado por fuera de juego del Burrito, el descontrol de algunos de sus jugadores y un Moralez disminuido físicamente que el técnico decidió reemplazar por Ricardo Álvarez en la segunda etapa. Su esquema ofensivo no le garantizó profundidad. Al contrario, Vélez sufrió mucho por la falta de elaboración de juego y siguió dependiendo de algún acierto aislado o de un centro cruzado, como el que antecedió al error del arquero Sebastián Sosa y que Fernando Tobio aprovechó ya en tiempo adicionado.
Vélez recurrió a la desesperación para revertir el desarrollo, fue notorio que la expulsión de Fernando Ortíz aceleró algún desequilibrio. Sobre todo porque Peñarol encontró comodidad para recostarse en el contraataque, pero Olivera se perdió una jugada increíble e inmediatamente Silva marcó el 2-1. Pero los esfuerzos de Vélez chocaron contra su propia impericia: fue cuando Silva desperdició un tiro penal rematando por encima del travesaño. El arco rival fue rehén de un embrujo. Y Vélez de sus propios nervios.
Fuente: lanacion.com
claudioneli- Mensajes : 42
Fecha de inscripción : 07/04/2011
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