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Se hizo la luz en la vieja fábrica
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Se hizo la luz en la vieja fábrica
Hampton + Rivoira transformaron una planta textil de Monserrat en un edificio de oficinas moderno, flexible y abierto a la luz del sol.
La intervención del estudio Hampton + Rivoira en un viejo inmueble industrial textil del barrio de Monserrat para convertirlo en un edificio de oficinas corporativas, tiende a sumar a lo que antes era sólido y pesado lo que ahora es liviano y transparente. Gracias a la apertura de una “espina dorsal” vidriada que atraviesa sus tres pisos y los riega con luz solar cenital, la vieja fábrica textil se convirtió en una suerte de gran claustro en altura, en el que la separación física entre las distintas plantas se disuelve literalmente en la luz.
El edificio alberga las oficinas centrales de la empresa Medanito S.A, dedicada a la explotación petrolera, gasífera y forestal, que lo adquirió en 2007. Este inmueble entre medianeras, construido sobre un terreno de 14,5 m de frente por 60 m de profundidad, fue proyectado en la década de 1890 por el arquitecto franco-catalán Alfredo Massüe (1860-1923), conocido sobre todo por ser el autor del Mirador Massüe, en la esquina de Talcahuano y Tucumán. Por entonces, en la planta baja funcionaban el depósito y el local de venta; en el primer piso, con un amplio balconeo sobre el nivel cero, la fábrica, y en el segundo, una vivienda para empleados de la textil y sus familias.
Pero durante la segunda mitad del siglo XX cambió drásticamente de función para pasar a albergar a la sede del Partido Justicialista de la Capital Federal y, entre las sucesivas modificaciones que se le hicieron, perdió ese único balconeo. “Las reformas anteriores prácticamente anularon las características espaciales originales. Nuestro proyecto propuso la recuperación de la caja arquitectónica, para que apareciera el edificio en todo su valor”, cuenta Emilio Rivoira, socio del estudio proyectista junto a Jorge Hampton.
A pesar de que el edificio carecía una normativa que lo preservara, ya que no está dentro del Area de Protección Histórica 1, los arquitectos sugirieron al comitente comprometerse con el rescate patrimonial en lugar de demoler y construir desde cero. Así, el primer trabajo que emprendieron fue despejar las infinitas capas superpuestas de las distintas intervenciones a lo largo del tiempo, y desmontarlas hasta llegar hasta la caja muraria cruda.
Más tarde, el edificio fue catalogado en la categoría estructural, el nivel intermedio de protección que se refiere a “edificios de carácter singular y tipológico que caracterizan su entorno o califican un espacio urbano o son testimonio de la memoria de la comunidad”, aunque en sí mismos no tengan un valor histórico o arquitectónico especial. Pero el proyecto ya cumplía con todos los requisitos de protección.
A estos argumentos, los arquitectos sumaron el de la conservación como criterio de sustentabilidad. “Entendemos que recuperar materiales y estructuras existentes es un punto de partida esencial para el ahorro energía y recursos”, opina Rivoira.
Imagen industrial
En el mismo sentido, el proyecto de puesta en valor es respetuoso de la materia prima sobre la que opera. “No se propone aumentar alturas ni modificar fachadas; lo único que se hizo fue agregar superficies en un nivel de entrepiso sobre las dos franjas medianeras, sin alterar volumetrías, aprovechando la doble altura de la planta baja y la gran profundidad del edificio”, cuenta Rivoira. Esto requirió el trabajo adicional de reforzar las fundaciones para adecuarlo a las nuevas cargas.
Por otra parte, cuando el edificio funcionaba como fábrica, todas sus plantas eran libres salvo la última, donde estaba la vivienda colectiva. Por lo tanto, se retiraron todas las divisiones realizadas posteriormente que seccionaban las plantas, con lo cual se facilitó un planteo de organización flexible y versátil, con puestos de trabajo intercambiables. Y, lo que sin duda constituye el elemento más audaz de la intervención: una visibilidad cruzada para entender la totalidad del edificio. Esto, gracias a la instalación de la ya mencionada espina central que atraviesa todos los pisos, y donde se ubicaron las áreas de apoyo y salas de reuniones vidriadas.
Sobre este eje longitudinal se abrieron dos patios interiores que funcionan como un haz de luz natural y conducto purificador del aire, con lo cual se recrea también otra de las características originales del edificio: “Cuando funcionaba como fábrica, debajo de la gran lucarna central de la terraza se alineaban sectores de ladrillos circulares de vidrio que iban trasmitiendo el reflejo del sol un nivel a otro”, comenta Rivoira
El arquitecto explica que para el interior se optó por una intervención “rústica”, que busca asimilar el fuerte carácter industrial del edificio al de la empresa que hoy lo ocupa. “La idea era hacer visible ese espíritu fabril dentro del edificio a través del uso de perfilerías. Con este fin, se conservaron las escaleras metálicas con más de un siglo de antigüedad y se le otorgó un gran protagonismo a los gruesos perfiles metálicos que delimitan la “espina” central, y que, según señala Rivoira, se asimilan a las que se utilizan habitualmente en las refinerías.
En las áreas de trabajo, que rodean a este vacío en todo su perímetro, la convivencia entre lo viejo y lo nuevo se resolvió con algunos recursos casi escenográficos, como el contraste cromático –y cronológico– entre la caja muraría, pintada interiormente de color arena, y unas bandas de roca de yeso blancas que los cubren parcialmente, hasta dos metros de altura en cada nivel, de modo que los puestos de trabajo se recortan en un juego de claroscuros contra el telón de fondo mudo de la antigua estructura.
Espacios renovados
La fachada mantiene la estructura de la composición original, con el acceso al subsuelo por un montavehículos ubicado en el centro, en el mismo sector donde se ubicaba antiguamente el ingreso central de mercaderías. En tanto, la entrada del personal y visitantes, por un lado, y la de accionistas y miembros del directorio, por el otro, ubicadas simétricamente en los dos extremos de la fachada, mantienen las puertas originales. Los proyectistas explican que el tratamiento del frente se orientó a la “reparación de revoques y revestimientos con productos símil piedra”, y las carpinterías fueron reemplazadas por sistemas de plástico con doble vidriado.
En el último piso y al frente, donde estaba la vivienda se ubicó el área de Accionistas, diferenciada del resto, con un grado mayor representatividad institucional y pública. Todo el piso, que incluye un sector de oficinas hacia el fondo, se organiza alrededor de una gran lucarna que corona la espina vidriada. Desde allí se accede a un entrepiso con la cafetería de personal, que se expande hacia la terraza original, donde se realizó un techo vegetalizado (otra decision basada en la sustentabilidad). Este techo verde es transitable a través de decks, y sirve como un área de encuentro e intercambio social que es utilizada por el personal como lugar de almuerzo o merienda. Pero también es apta para eventos corporativos.
Al subsuelo, además de servir como estacionamiento, se lo destinó como otro ámbito posible para celebrar eventos gracias a la presencia de otra lucarna que abarca todo el patio del fondo. Es casi un aire y luz, pero también se lo aprovechó para generar la sensación de que el edificio, en su conjunto, está perforado e invadido por haces de luz natural que tienden a desmaterializarlo.
Fuente: Clarin.
La intervención del estudio Hampton + Rivoira en un viejo inmueble industrial textil del barrio de Monserrat para convertirlo en un edificio de oficinas corporativas, tiende a sumar a lo que antes era sólido y pesado lo que ahora es liviano y transparente. Gracias a la apertura de una “espina dorsal” vidriada que atraviesa sus tres pisos y los riega con luz solar cenital, la vieja fábrica textil se convirtió en una suerte de gran claustro en altura, en el que la separación física entre las distintas plantas se disuelve literalmente en la luz.
El edificio alberga las oficinas centrales de la empresa Medanito S.A, dedicada a la explotación petrolera, gasífera y forestal, que lo adquirió en 2007. Este inmueble entre medianeras, construido sobre un terreno de 14,5 m de frente por 60 m de profundidad, fue proyectado en la década de 1890 por el arquitecto franco-catalán Alfredo Massüe (1860-1923), conocido sobre todo por ser el autor del Mirador Massüe, en la esquina de Talcahuano y Tucumán. Por entonces, en la planta baja funcionaban el depósito y el local de venta; en el primer piso, con un amplio balconeo sobre el nivel cero, la fábrica, y en el segundo, una vivienda para empleados de la textil y sus familias.
Pero durante la segunda mitad del siglo XX cambió drásticamente de función para pasar a albergar a la sede del Partido Justicialista de la Capital Federal y, entre las sucesivas modificaciones que se le hicieron, perdió ese único balconeo. “Las reformas anteriores prácticamente anularon las características espaciales originales. Nuestro proyecto propuso la recuperación de la caja arquitectónica, para que apareciera el edificio en todo su valor”, cuenta Emilio Rivoira, socio del estudio proyectista junto a Jorge Hampton.
A pesar de que el edificio carecía una normativa que lo preservara, ya que no está dentro del Area de Protección Histórica 1, los arquitectos sugirieron al comitente comprometerse con el rescate patrimonial en lugar de demoler y construir desde cero. Así, el primer trabajo que emprendieron fue despejar las infinitas capas superpuestas de las distintas intervenciones a lo largo del tiempo, y desmontarlas hasta llegar hasta la caja muraria cruda.
Más tarde, el edificio fue catalogado en la categoría estructural, el nivel intermedio de protección que se refiere a “edificios de carácter singular y tipológico que caracterizan su entorno o califican un espacio urbano o son testimonio de la memoria de la comunidad”, aunque en sí mismos no tengan un valor histórico o arquitectónico especial. Pero el proyecto ya cumplía con todos los requisitos de protección.
A estos argumentos, los arquitectos sumaron el de la conservación como criterio de sustentabilidad. “Entendemos que recuperar materiales y estructuras existentes es un punto de partida esencial para el ahorro energía y recursos”, opina Rivoira.
Imagen industrial
En el mismo sentido, el proyecto de puesta en valor es respetuoso de la materia prima sobre la que opera. “No se propone aumentar alturas ni modificar fachadas; lo único que se hizo fue agregar superficies en un nivel de entrepiso sobre las dos franjas medianeras, sin alterar volumetrías, aprovechando la doble altura de la planta baja y la gran profundidad del edificio”, cuenta Rivoira. Esto requirió el trabajo adicional de reforzar las fundaciones para adecuarlo a las nuevas cargas.
Por otra parte, cuando el edificio funcionaba como fábrica, todas sus plantas eran libres salvo la última, donde estaba la vivienda colectiva. Por lo tanto, se retiraron todas las divisiones realizadas posteriormente que seccionaban las plantas, con lo cual se facilitó un planteo de organización flexible y versátil, con puestos de trabajo intercambiables. Y, lo que sin duda constituye el elemento más audaz de la intervención: una visibilidad cruzada para entender la totalidad del edificio. Esto, gracias a la instalación de la ya mencionada espina central que atraviesa todos los pisos, y donde se ubicaron las áreas de apoyo y salas de reuniones vidriadas.
Sobre este eje longitudinal se abrieron dos patios interiores que funcionan como un haz de luz natural y conducto purificador del aire, con lo cual se recrea también otra de las características originales del edificio: “Cuando funcionaba como fábrica, debajo de la gran lucarna central de la terraza se alineaban sectores de ladrillos circulares de vidrio que iban trasmitiendo el reflejo del sol un nivel a otro”, comenta Rivoira
El arquitecto explica que para el interior se optó por una intervención “rústica”, que busca asimilar el fuerte carácter industrial del edificio al de la empresa que hoy lo ocupa. “La idea era hacer visible ese espíritu fabril dentro del edificio a través del uso de perfilerías. Con este fin, se conservaron las escaleras metálicas con más de un siglo de antigüedad y se le otorgó un gran protagonismo a los gruesos perfiles metálicos que delimitan la “espina” central, y que, según señala Rivoira, se asimilan a las que se utilizan habitualmente en las refinerías.
En las áreas de trabajo, que rodean a este vacío en todo su perímetro, la convivencia entre lo viejo y lo nuevo se resolvió con algunos recursos casi escenográficos, como el contraste cromático –y cronológico– entre la caja muraría, pintada interiormente de color arena, y unas bandas de roca de yeso blancas que los cubren parcialmente, hasta dos metros de altura en cada nivel, de modo que los puestos de trabajo se recortan en un juego de claroscuros contra el telón de fondo mudo de la antigua estructura.
Espacios renovados
La fachada mantiene la estructura de la composición original, con el acceso al subsuelo por un montavehículos ubicado en el centro, en el mismo sector donde se ubicaba antiguamente el ingreso central de mercaderías. En tanto, la entrada del personal y visitantes, por un lado, y la de accionistas y miembros del directorio, por el otro, ubicadas simétricamente en los dos extremos de la fachada, mantienen las puertas originales. Los proyectistas explican que el tratamiento del frente se orientó a la “reparación de revoques y revestimientos con productos símil piedra”, y las carpinterías fueron reemplazadas por sistemas de plástico con doble vidriado.
En el último piso y al frente, donde estaba la vivienda se ubicó el área de Accionistas, diferenciada del resto, con un grado mayor representatividad institucional y pública. Todo el piso, que incluye un sector de oficinas hacia el fondo, se organiza alrededor de una gran lucarna que corona la espina vidriada. Desde allí se accede a un entrepiso con la cafetería de personal, que se expande hacia la terraza original, donde se realizó un techo vegetalizado (otra decision basada en la sustentabilidad). Este techo verde es transitable a través de decks, y sirve como un área de encuentro e intercambio social que es utilizada por el personal como lugar de almuerzo o merienda. Pero también es apta para eventos corporativos.
Al subsuelo, además de servir como estacionamiento, se lo destinó como otro ámbito posible para celebrar eventos gracias a la presencia de otra lucarna que abarca todo el patio del fondo. Es casi un aire y luz, pero también se lo aprovechó para generar la sensación de que el edificio, en su conjunto, está perforado e invadido por haces de luz natural que tienden a desmaterializarlo.
Fuente: Clarin.
mario lopez- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 05/04/2011
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