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La historia del adolescente que mató buscando plata para comprar droga
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La historia del adolescente que mató buscando plata para comprar droga
El crimen de la cocaína. En enero pasado, un chico de 19 años se metió a robar en un departamento vecino y asesinó a un joven a cuchilladas. Está preso desde entonces. Su madre dice que la cocaína “le destruyó la cabeza”.
Estela todavía está convencida de que le cambiaron la vida y el hijo. Hasta la mañana del 28 de enero pasado siempre se había imaginado del otro lado, el de la víctima. Pero fue al revés: su hijo Martín, de 19 años, está preso en la cárcel de Marcos Paz acusado de asesinar a cuchilladas a Juan Magnasco (21), un vecino que vivía en la misma manzana del barrio de Belgrano.
Martín se metió allí para robar, buscando plata para comprar droga .
Tras su detención, la Policía dijo que Martín pertenecía a la barra brava de Excursionistas. Un tiempo después, directivos e hinchas del club, amigos y familiares se encargaron de desmentirlo. Martín apenas iba los sábados a la cancha. No era socio y en el último tiempo, después de haberse puesto de novio, había dejado de ir. En los foros de noticias en los que se contó el hecho, quienes decían conocer a Martín no podían creer que fuera el asesino . La Policía cree que actuó drogado. Una vecina lo vio caminando ensangrentado, con un cuchillo tramontina en la mano . De ahí fue y se encerró en su casa, donde la Policía halló un celular y una notebook de la víctima.
Ahora es mediodía de un jueves en Belgrano y Estela invita a pasar a su departamento. La única luz del living es el reflejo del sol que entra por la persiana que da al balcón. En la mesa junto a la pared hay tarjetas de teléfono que son para que Martín (su familia pide no revelar su apellido) se comunique desde la cárcel. En el piso hay una pila de ropa que amigos y ex compañeros llevaron para él.
“Lo que a Martín le destruyó la cabeza, y es un tema serio en los chicos como él, es la cocaína. Eso lo mató . Habíamos hablado para internarlo, pero creíamos que conversando encontraríamos la solución. Decía que iba a poder solo, que era fuerte ”, cuenta Estela a Clarín, mientras prende un cigarrillo y atiende los llamados de gente que pregunta por su hijo.
Durante la media hora de charla, su celular sonó cuatro veces. Todavía llama mucha gente que quiere sacarse la duda. Les cuesta entender que Martín, el pibe alto que jugaba al básquet, paseaba perros y repartía pizzas por Belgrano haya cometido un asesinato. En la computadora de la casa se acumulan mails por el mismo tema.
Martín trabajó en rotiserías y heladerías repartiendo a pie y en bicicleta. También lo hizo en una veterinaria paseando perros, y después un peluquero del que se había hecho amigo lo hizo entrar de aprendiz.
Su mamá Estela trabaja en un comercio de ropa y su papá es taxista. Tenía –aún tiene– en mente un emprendimiento familiar para incluir a Martín, que en el último año, por su adicción a las drogas, no podía cumplir responsabilidades laborales ni educativas.
“Había quedado libre de un colegio donde hacía cursos acelerados –recuerda Estela–. Quería terminarlo y ponerse a cursar veterinaria, volver a jugar al básquet en River. Tenía proyectos, planes, pero la droga hizo que perdiera sus responsabilidades; hacía todo por la mitad.
Recién ahora puedo asociar su comportamiento con el consumo ”, dice la madre.
Cuando era tarde y Martín no llegaba, Estela recuerda que lo llamaba a su celular. Si no lo atendía, intentaba comunicarse con sus amigos para poder irse a trabajar tranquila. Según Estela, ella vivía pendiente de su hijo más chico y tenía un listado de teléfonos de personas a las que les había pedido que lo ayudaran a dejar de consumir .
En la madrugada del crimen Martín estuvo solo en su departamento de la calle Arcos. Estela cree que su hijo pasó la madrugada consumiendo cocaína y que tuvo un brote de violencia . Que se metió a la casa vecina por un patio, desesperado para robar algo que pudiera vender y así comprar más droga. Entró por una ventana al edificio de la familia Magnasco, en Sucre al 2100, posiblemente pensando que no había nadie. Encontró a un chico casi de su misma edad, forcejearon y lo mató.
“No podemos sacarnos de la cabeza a la familia de Juan. Yo le dije a mi marido que les enviara una carta, no sé, no sabemos cómo acercarnos. No puedo dejar de ponerme en el lugar de madre, estoy muy angustiada. Martín tenía una opinión formada de la inseguridad, estaba en contra. Por eso no entendemos lo que hizo” , dice Estela.
Ella asegura que cuando salía a caminar con Martín lo saludaban vecinos, comerciantes, policías. A algunos chicos de su grupo de amigos los había conocido en un ciber de la calle Amenábar. “Estoy preocupadísima y asustada. Yo sé que Martín debe tener un castigo, pero tengo miedo de que cuando salga no haya tiempo para que disfrute de la vida”. Estela teme que a su hijo le den reclusión perpetua .
En la cárcel, Martín pidió libros y un block de hojas para escribir. Estela dice que él le enseña palabras que aprende en la cárcel. Y asegura que, cuando hace fila para entrar a verlo, escucha a otras madres hablar de la droga.
“Todas hablan del paco y de la cocaína. Yo me pregunto, ¿por qué es tan fácil comprar drogas? ¿por qué nadie cuida a los pibes? Martín odiaba a la cocaína, pero la droga podía con él. La venden en todos lados. Son cabezas en formación las que están matando”.
Fuente: Clarin
Estela todavía está convencida de que le cambiaron la vida y el hijo. Hasta la mañana del 28 de enero pasado siempre se había imaginado del otro lado, el de la víctima. Pero fue al revés: su hijo Martín, de 19 años, está preso en la cárcel de Marcos Paz acusado de asesinar a cuchilladas a Juan Magnasco (21), un vecino que vivía en la misma manzana del barrio de Belgrano.
Martín se metió allí para robar, buscando plata para comprar droga .
Tras su detención, la Policía dijo que Martín pertenecía a la barra brava de Excursionistas. Un tiempo después, directivos e hinchas del club, amigos y familiares se encargaron de desmentirlo. Martín apenas iba los sábados a la cancha. No era socio y en el último tiempo, después de haberse puesto de novio, había dejado de ir. En los foros de noticias en los que se contó el hecho, quienes decían conocer a Martín no podían creer que fuera el asesino . La Policía cree que actuó drogado. Una vecina lo vio caminando ensangrentado, con un cuchillo tramontina en la mano . De ahí fue y se encerró en su casa, donde la Policía halló un celular y una notebook de la víctima.
Ahora es mediodía de un jueves en Belgrano y Estela invita a pasar a su departamento. La única luz del living es el reflejo del sol que entra por la persiana que da al balcón. En la mesa junto a la pared hay tarjetas de teléfono que son para que Martín (su familia pide no revelar su apellido) se comunique desde la cárcel. En el piso hay una pila de ropa que amigos y ex compañeros llevaron para él.
“Lo que a Martín le destruyó la cabeza, y es un tema serio en los chicos como él, es la cocaína. Eso lo mató . Habíamos hablado para internarlo, pero creíamos que conversando encontraríamos la solución. Decía que iba a poder solo, que era fuerte ”, cuenta Estela a Clarín, mientras prende un cigarrillo y atiende los llamados de gente que pregunta por su hijo.
Durante la media hora de charla, su celular sonó cuatro veces. Todavía llama mucha gente que quiere sacarse la duda. Les cuesta entender que Martín, el pibe alto que jugaba al básquet, paseaba perros y repartía pizzas por Belgrano haya cometido un asesinato. En la computadora de la casa se acumulan mails por el mismo tema.
Martín trabajó en rotiserías y heladerías repartiendo a pie y en bicicleta. También lo hizo en una veterinaria paseando perros, y después un peluquero del que se había hecho amigo lo hizo entrar de aprendiz.
Su mamá Estela trabaja en un comercio de ropa y su papá es taxista. Tenía –aún tiene– en mente un emprendimiento familiar para incluir a Martín, que en el último año, por su adicción a las drogas, no podía cumplir responsabilidades laborales ni educativas.
“Había quedado libre de un colegio donde hacía cursos acelerados –recuerda Estela–. Quería terminarlo y ponerse a cursar veterinaria, volver a jugar al básquet en River. Tenía proyectos, planes, pero la droga hizo que perdiera sus responsabilidades; hacía todo por la mitad.
Recién ahora puedo asociar su comportamiento con el consumo ”, dice la madre.
Cuando era tarde y Martín no llegaba, Estela recuerda que lo llamaba a su celular. Si no lo atendía, intentaba comunicarse con sus amigos para poder irse a trabajar tranquila. Según Estela, ella vivía pendiente de su hijo más chico y tenía un listado de teléfonos de personas a las que les había pedido que lo ayudaran a dejar de consumir .
En la madrugada del crimen Martín estuvo solo en su departamento de la calle Arcos. Estela cree que su hijo pasó la madrugada consumiendo cocaína y que tuvo un brote de violencia . Que se metió a la casa vecina por un patio, desesperado para robar algo que pudiera vender y así comprar más droga. Entró por una ventana al edificio de la familia Magnasco, en Sucre al 2100, posiblemente pensando que no había nadie. Encontró a un chico casi de su misma edad, forcejearon y lo mató.
“No podemos sacarnos de la cabeza a la familia de Juan. Yo le dije a mi marido que les enviara una carta, no sé, no sabemos cómo acercarnos. No puedo dejar de ponerme en el lugar de madre, estoy muy angustiada. Martín tenía una opinión formada de la inseguridad, estaba en contra. Por eso no entendemos lo que hizo” , dice Estela.
Ella asegura que cuando salía a caminar con Martín lo saludaban vecinos, comerciantes, policías. A algunos chicos de su grupo de amigos los había conocido en un ciber de la calle Amenábar. “Estoy preocupadísima y asustada. Yo sé que Martín debe tener un castigo, pero tengo miedo de que cuando salga no haya tiempo para que disfrute de la vida”. Estela teme que a su hijo le den reclusión perpetua .
En la cárcel, Martín pidió libros y un block de hojas para escribir. Estela dice que él le enseña palabras que aprende en la cárcel. Y asegura que, cuando hace fila para entrar a verlo, escucha a otras madres hablar de la droga.
“Todas hablan del paco y de la cocaína. Yo me pregunto, ¿por qué es tan fácil comprar drogas? ¿por qué nadie cuida a los pibes? Martín odiaba a la cocaína, pero la droga podía con él. La venden en todos lados. Son cabezas en formación las que están matando”.
Fuente: Clarin
jose avila- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 06/04/2011
romina smith- Mensajes : 31
Fecha de inscripción : 04/04/2011
Edad : 45
Localización : argentina
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